martes, 23 de junio de 2009

Crónica de micros

Por Camilo Marks
(Octubre 2006)

¿Qué me pasa cuando se suben cantantes, vendedores, niños con calendarios, delincuentes prontuariados que te agobian con lo difícil que les resulta la vida gozando del beneficio de la libertad vigilada?
Me pasa que me pongo a mirar por la ventana, me hago el leso, devuelvo furioso las estampitas y pienso ¿hasta cuándo va a durar esto? Después me pasa que me dan ganas de corregir el típico error gramatical de los ambulantes: “señores pasajeros, mi intención no ha sido molestarlos, esto no es un regalo sino lo que sea su voluntad...”
¿Cómo la intención va a ser algo que ya ocurrió, cómo es posible que la gente conjugue en tiempo pasado si todavía no dice qué es lo que crestas quiere?
Después trato de ponerme en el lugar de estos verdaderos artistas populares y, en las raras ocasiones en que cantan bien, cantan bonitas canciones, saco de mis no tan escuálidos bolsillos 500, 800 y hasta 1000 pesos. Sí, así lo hago cuando alguien toma la guitarra, puntea, y comienza a cantar “Poquita fe”, “Cariño malo”, “Historia de un amor”, “Prefiero quedar sola, sola, sola”, “Angustia”, “Contigo en la distancia” y otras inmortales melodías que me quedaron en la mente gracias a la divina Palmenia Pizarro y al incomparable Lucho Gatica.

Qué va a pasar cuando desaparezcan las horribles chaquetas amarillas, cuando tengamos que viajar en los sanitizados buses concesionados. Ahí sabremos lo que nos hemos perdido para siempre, ahí comenzaré a quejarme de nuevo, a saber lo que me pierdo al reaccionar con impaciencia cuando se suben las señoras que no pagan nunca, los niños con sus escapularios, los chicos de la Penitenciaría, toda la fauna increíble de esta ciudad cada vez más increíble, cada vez más inhabitable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario